Al pensar en un otro o en lo otro, implícitamente parto de la premisa de
que es ajeno. Dibujar un montón de peces muertos superpuestos es mi manera de
representar la noticia y por lo tanto representar el cuerpo del otro, como una
masa indefinida, ajena, plural, heterogénea, sin identidad, esta gran masa vive
se mueve y está hecha de muchas singularidades que al final se funden para ser
plural.
¿Por qué considero lo ajeno como una masa? ¿Por qué concibo la masa como un
todo? aquí converge el cómo percibo mi
cuerpo y como percibo el del otro, se genera a partir del hecho de existir y de
esa relación que tengo con el mundo, ser seres y ser yo (y todo lo que esto
conlleva) ser uno con el resto, que así sean singulares y así mis experiencias
con el resto sean particulares siempre los pienso desde una universalidad, yo y
ellos, yo y el mundo, por separado.
Ahora ¿El yo puede ser parte de esa masa? Seguramente seré parte de esa
masa si soy vista desde la perspectiva de otra persona. La masa siempre será lo
que no es uno. Pero eso sí, es imposible entenderme desde mi perspectiva como
masa, pues la relación con mi cuerpo es otro asunto.
La relación con mi cuerpo es: conflictiva, no es recíproca, es incomoda y cómoda
a la vez, pero quiere ser amable, reciproca, una sola. Puedo intervenir en esa relación
porque es mi cuerpo, mientras que no puedo intervenir en la masa desde mi posición, pero
si puedo establecer una relación con ella.
¿Cómo poder relacionar ese otro con lo
propio? ¿Esa imagen de lo otro tiene algo mío? ¿Qué tanto
hay de mí en la imagen? Al crear
una imagen, un dibujo, hablando del otro o hablando de mí en los dos casos no se
puede pensar como algo ajeno a mí, el arte es totalmente personal, el solo hecho de
que lo haya pensado y después hecho implica que estoy impresa en la obra.
Para hablar del otro tiene que haber un yo.
Maria Fernanda Bernal López
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